Cuando un cliente se acerca por primera vez con la intención de desarrollar un proyecto arquitectónico, lo que parece ser una simple idea comienza a transformarse en una visión tangible. En la práctica profesional, hemos aprendido que cada gran obra nace del equilibrio entre la creatividad, la técnica y la claridad en el proceso.
Aquí te compartimos una guía estructurada —basada en la experiencia y no solo en teoría— sobre cómo inicia y evoluciona un proyecto arquitectónico:
El punto de partida no es un plano, sino una conversación. Aquí se sientan las bases: ¿qué necesita el cliente?, ¿qué desea?, ¿qué sueña? Más allá del metraje o del número de habitaciones, buscamos entender la esencia de la idea. En esta etapa se definen los alcances, el presupuesto estimado y las prioridades.
Un buen proyecto nace del lugar en el que se posa. Hacer un levantamiento del terreno, estudiar la orientación solar, los vientos dominantes y la normativa urbana es indispensable. Este análisis no es solo técnico: es la lectura del contexto, del entorno físico y social donde se integrará la obra.
Con la información recopilada, comenzamos a plasmar ideas. Aquí se genera el concepto rector del proyecto, ese hilo conductor que dará sentido a cada decisión arquitectónica. Se elaboran los primeros bocetos, diagramas de distribución y, en ocasiones, maquetas o renders preliminares que ayudan a visualizar el conjunto.
Una vez que el concepto ha sido aprobado, se desarrolla una propuesta más detallada: plantas, cortes, fachadas y perspectivas. Este conjunto servirá para presentar el proyecto ante autoridades y comenzar los trámites para obtener los permisos de construcción necesarios.
Aquí entramos en el terreno técnico. Calculamos estructuras, definimos materiales, sistemas constructivos, instalaciones eléctricas e hidráulicas. El resultado es un set completo de planos y especificaciones que permite a los constructores llevar a cabo la obra con precisión y calidad.
Se realiza una estimación detallada de costos y se lanza la licitación entre contratistas. Elegir con quién construir es tan importante como diseñar bien: buscamos experiencia, cumplimiento y un equipo que entienda la visión del proyecto.
Una buena ejecución requiere presencia constante. El arquitecto no se retira al entregar los planos; al contrario, su labor se vuelve aún más intensa. Supervisar, resolver dudas constructivas y mantener la fidelidad al diseño original es parte fundamental del éxito del proyecto.
Iniciar un proyecto arquitectónico es comprometerse con una idea que se transforma en espacio. Es acompañar a un cliente en una de las inversiones más significativas de su vida, y hacerlo con sensibilidad, experiencia y una metodología clara. Cada etapa tiene su razón de ser, y saltarse una puede afectar el resultado final.
Desde nuestra trayectoria, entendemos que el verdadero valor de un proyecto no está solo en cómo se ve, sino en cómo fue pensado.